Bogotá en perspectiva histórica: reconstruyendo el método de investigación de Carlos Martínez Jiménez
Adriana María Suárez Mayorga [1]
El texto se ilustra con algunas carátulas de libros escritos por Carlos Martínez
Nota: Esta ponencia fue presentada en el IV Encuentro de la Red Colombiana de Historia Urbana titulado Cartografías urbanas: taller, experiencias e investigaciones, el cual se llevó a cabo del 11 al 13 de mayo de 2021.
Introducción
Hablar de Carlos Martínez Jiménez siempre supone un desafío debido a que su obra ha sido ampliamente interpretada y citada. Quienes lo conocieron, quienes lo han estudiado, coinciden en señalar que además de ser uno de los padres de la arquitectura en el país, fue un historiador. Un historiador en su acepción general, un historiador de la arquitectura en su acepción particular, pero, sobre todo, un historiador especializado (aunque no exclusivamente) en Bogotá.
Historiográficamente existe la tendencia a inscribir sus investigaciones dentro de tres temáticas: “la arquitectura moderna en Colombia, la ciudad de Bogotá y el urbanismo colonial” (Niño Murcia, 1991, p. 52). La historiografía establece con respecto al segundo tema enunciado –que es en el que se centrará esta ponencia– una periodización caracterizada por un origen (la fundación de la ciudad) y un final (la terminación de las guerras de independencia, o extendiéndose un poco más, el siglo XIX) [2].
No obstante, los documentos que se conservan en el Archivo de Bogotá demuestran su interés por el siglo XX capitalino, prueba de lo cual no solo fue su trabajo en la administración local, sino también los numerosos apuntes que dejó para la redacción de un libro sobre la capital de dicha centuria, que no pudo terminar.
Teniendo en cuenta lo anterior, a continuación se profundizará en esta última idea con el fin de mostrar que la obra de Carlos Martínez Jiménez marcó, en buena medida, el camino a seguir para los historiadores urbanos colombianos.
La afirmación previa obliga a hacer una acotación: si bien él nunca se consideró un historiador urbano, el examen del método de investigación que utilizó permite apreciarlo como un pionero de la disciplina en el territorio patrio. El planteamiento que en tal dirección aquí se propone, es que para él la arquitectura, el urbanismo, la planificación, eran producto de procesos históricos que estaban claramente ligados a las decisiones y al carácter de cada individuo. La comprensión de la morfología urbana implicaba, por consiguiente, entender a profundidad el contexto y la condición del ser humano como hacedor de ciudad.
Notas biográficas
Carlos Martínez Jiménez (1906-1991) estudió el bachillerato en el “Instituto Técnico Central” (Rodríguez Botero, 2006, p. 64). Luego viajó a París para matricularse en la “Escuela Especial de Arquitectura”, donde se tituló de Arquitecto (Téllez Castañeda, 1991, p. 16). En la capital francesa también se graduó como Ingeniero-Arquitecto de la Escuela Nacional de Obras Públicas y como Urbanista del “Instituto de Urbanismo de la Universidad de París” (IUUP) (Ávila Gómez, 2019, p. 179).
Tras regresar al país, promovió en 1934 la fundación de la Sociedad Colombiana de Arquitectos y la creación de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional de Colombia, de la cual fue Decano en 1939. Siguiendo a Dicken Castro (1991), la orientación que le dio a esta institución se caracterizó por la aplicación del “absoluto funcionalismo” de Le Corbusier (a quien conoció, justamente, en el IUUP), representado en la “ausencia de adornos”, el manejo de “superficies y volúmenes puros” y “la arquitectura ortogonal” (p. 20).
En 1946 fundó la Revista PROA, espacio desde el cual se dedicó a plantear y a discutir diferentes proyectos urbanísticos; de hecho, los editoriales, los artículos, e incluso, los anuncios publicitarios publicados en la revista, la han convertido en una fuente de consulta obligada para quienes quieran investigar sobre Bogotá.
Carlos Martínez Jiménez no solo fue un observador de su época, a la luz de sus intereses académicos y profesionales, sino que además se desempeñó como un actor de primer orden en el desarrollo bogotano. Testimonio de ello fue: a) su nombramiento, en 1936, como director del Departamento de Edificios Municipales; b) su participación como consultor de la “Comisión de la IX Conferencia Panamericana” que se celebró en la capital colombiana en 1948 (Martínez Jiménez, 1948, p. 1); y c) su designación, entre 1959 y 1961, como director del “Departamento Administrativo de Planificación Distrital” (Robledo Ocampo, 1991, p. 34).
Apuntes sobre el urbanismo en el Nuevo Reino de Granada (1967).
El método: la estructura conceptual
Los documentos que contiene el Fondo Arquitecto Carlos Martínez Jiménez denotan una cierta recurrencia en relación con la estructura conceptual que predominaba en su proceso investigativo. Un ejemplo de lo anterior es el manuscrito denominado El Libro de Bogotá, fechado el 29 de enero de 1985, en el que se identifican tres capítulos para abordar, en perspectiva histórica, el estudio de la urbe: el primero de ellos, bautizado La Colonia, comienza con la “ruta de los conquistadores” (Nicolás de Federmann, Gonzalo Jiménez de Quesada y Sebastián de Belalcázar), para luego centrarse en la fundación y culminar con la organización de siete ejes temáticos que se repiten en todos los capítulos; a saber: gobierno, población, expansión urbana, servicios públicos, economía, transporte y arquitectura [3] (Martínez Jiménez, 1985, p. 1).
El segundo de ellos, bautizado Desde la Independencia, explica cómo se erige “Santa Fe de Bogotá” en “capital de la República”, para después proceder a analizar los siete ejes temáticos ya estipulados (Martínez Jiménez, 1985, p. 5). El tercero, correspondiente a un Anexo denominado Bogotá Distrito Especial, enfoca la atención en los antecedentes de esa designación, para posteriormente hacer hincapié en la normatividad expedida bajo el gobierno de Gustavo Rojas Pinilla y en las consecuencias de esa naciente configuración (Martínez Jiménez, 1985, p. 6).
Vale acotar que en el manuscrito solamente se enuncian tres temas (gobierno, economía y servicios públicos) en relación con el Distrito Especial, pero en un documento mecanografiado derivado de este borrador, se enumeran los tres restantes, aunque con una variación: en vez de usar el término población se emplea el término demografía. También allí se incluye otro capítulo bautizado Siglo XX que abarca el período 1900-1954 y se indica, a mano, que se mantendrán los ejes temáticos reseñados (Martínez Jiménez, s. fa., p. 3) [4].
La repetición de esta suerte de esquema mental no resulta extraña si se tiene en cuenta que la “gran mayoría” de “las tesis” presentadas por los estudiantes del Instituto de Urbanismo de la Universidad de París “daban continuidad” “a lo visto” “en el marco de los cinco” cursos fundamentales que se dictaban en la institución; estos eran: la “evolución de las ciudades”, la “organización social de las ciudades”, la “organización administrativa de las ciudades”, la “organización económica de las ciudades” y el “arte urbano” (Ávila Gómez, 2019, p. 180). Como se evidencia en la tabla siguiente, la comparación entre estos dos modelos epistemológicos pone de manifiesto la impronta que dejó en el pensamiento de Carlos Martínez Jiménez su formación francesa:
CMJ | IUUP |
Expansión urbana
Servicios públicos Transporte |
La evolución de las ciudades |
Población | La organización social de las ciudades |
Gobierno | La organización administrativa de las ciudades |
Economía | La organización económica de las ciudades |
Arquitectura | El Arte urbano |
Tabla 1. Comparación entre la estructura conceptual de Carlos Martínez Jiménez y los cinco cursos fundamentales del Instituto de Urbanismo de la Universidad de París.
Un tópico sobre el cual insiste la historiografía reciente es en el carácter “eminentemente histórico” de su trabajo de grado titulado Contribución a un estudio de urbanización de Bogotá, Colombia, el cual fue concebido –según sus propias palabras– para que el país “[sacara] provecho de las admirables lecciones” que él había “recibido de parte de los eminentes maestros” del IUUP (Ávila Gómez, 2019, p. 183) [5].
La aserción precedente la formulaba afincado en la certeza de que su investigación corría con la “suerte [sic] de ser el primer trabajo presentado a la ciudad de Bogotá desde un enfoque urbano” (Ávila Gómez, 2019, p. 183), premisa con la cual legitimaba la validez de su aproximación. La pretensión ulterior era “sentar un referente en la construcción de una historia” de la capital colombiana (Ávila Gómez, 2019, p. 184), objetivo que iba en consonancia con el interés de Carlos Martínez Jiménez de conocer el pasado para pensar el presente y proyectar el futuro [6].
Tales planteamientos no han estado exentos de críticas, pero lo que quiero recalcar es que para él los “acontecimientos significativos” de la ciudad no eran de tipo edilicio o monumental sino administrativo (Arango-López, 2019, p. 187). Lo que hacía de Bogotá una ciudad capaz de ser proyectada urbanísticamente, con un potencial urbano que se podía concretar a futuro en un plan específico, era su condición de “centro administrativo” (Arango-López, 2019, p. 187).
Y es justamente la priorización de este atributo la que, a mi modo de ver, atestigua la agudeza analítica de su obra: para hacer ciudad, para construir ciudad, para practicar el urbanismo, se requiere de un andamiaje administrativo y gubernamental. La ciudad es, indefectiblemente, producto de la toma de decisiones; decisiones que conducen –de nuevo– al papel cumplido por el ser humano en el proceso.
Apostillas y reseñas. Bogotá (1983).
El método: las fuentes
Una segunda crítica que la historiografía reciente le hace a la tesis de Carlos Martínez Jiménez es su deliberado desconocimiento de la bibliografía sobre Bogotá que había sido publicada antes de 1930, año en que él sustentó en París su investigación. Inclusive, la referencia que hizo en su texto a “la precariedad de los trabajos existentes” (Ávila Gómez, 2019, p. 183) ha sido destacada por sus biógrafos como un rasgo particular de su quehacer histórico. Alberto Saldarriaga Roa (1991) corrobora este postulado cuando dice:
No contó en sus comienzos con el respaldo de historias ya configuradas, ni siquiera dispuso de archivos ni documentos suficientes, ya que ellos en su gran mayoría habían desaparecido. La ciudad no había comenzado todavía a contar su vida. Existían algunos relatos, crónicas dispersas, reminiscencias, apuntes y, en fin, fragmentos de pasados ya disueltos esparcidos por doquier. La recuperación de esos fragmentos en los trabajos de Carlos Martínez, y la interpretación cada vez más refinada de esos pasados ha dejado, a lo largo del tiempo, imágenes cada vez más precisas y seguras de la historia de Bogotá. (…) (p. 53).
Los estudios urbanos actuales obligan a matizar estas apreciaciones, pero me parece importante retomar dos conceptos que se enuncian en la cita para entender el método histórico de Carlos Martínez Jiménez: recuperación e interpretación.
La documentación que salvaguarda el Archivo de Bogotá ciertamente corrobora la pertinencia de usar el término recuperación para describir la meticulosidad con la que él recopiló las fuentes para sus pesquisas. El inventario de su biblioteca personal da cuenta de la vastedad de su vocación investigativa, plasmada en la búsqueda exhaustiva de publicaciones pertenecientes a la época que estuviera examinando. Guías, almanaques, manuales, revistas, biografías, estadísticas, documentos oficiales, etc., todo era materia prima para hacer historia, para comprender la vida de la ciudad.
La diversidad de obras que conforman su acervo bibliográfico en efecto habilita para argüir que Carlos Martínez Jiménez tenía libreros especializados en encontrarle obras de difícil consecución. Un somero análisis cuantitativo de su biblioteca demuestra que de los 1103 volúmenes que se recibieron en la entidad distrital, un 32,3% (es decir, aproximadamente un tercio de ellos) concierne a la historia de Colombia; un 16,8% concierne a la arquitectura, el urbanismo y la planificación; y un 7,1% concierne a la historia de Bogotá. La tabla que se muestra a continuación resume los resultados obtenidos:
Categoría |
No. de volúmenes Φ |
Porcentaje |
Historia* de Colombia | 356 | 32,3% |
Arquitectura, urbanismo, planificación | 185 | 16,8% |
Historia del Arte** | 134 | 12,2% |
Historia mundial*** | 96 | 8,7% |
Textos escritos por Carlos Martínez Jiménez (incluyendo la Revista PROA) | 88 | 7,9% |
Historia de Bogotá | 78 | 7,1% |
Historia de América Latina | 63 | 5,7% |
Geografía y economía | 54 | 4,9% |
Miscelánea (textos de matemáticas, botánica, zoología, gramática, diccionarios, etc.) | 41 | 3,7% |
Administración, gobierno y derecho | 8 | 0,7% |
Total | 1103 | 100% |
Tabla 2. Análisis cuantitativo de los volúmenes de la Biblioteca de Carlos Martínez Jiménez.
* Las categorías de historia incluyen historia de ciudad, crónicas y tradiciones.
** La categoría Historia del Arte incluye música.
*** La categoría Historia mundial incluye historia sagrada.
Φ Volúmenes se refiere exclusivamente a los libros, revistas, tesis, guías, manuales y folletos que se conservan en la biblioteca de Carlos Martínez Jiménez
Un elemento a remarcar es que cuando se leen algunos de sus escritos y se contrastan con el inventario efectuado, se percibe con claridad la correlación existente entre ambos. Ejemplo de ello es un documento mecanografiado que no lleva título, pero que está firmado por él, en donde se habla de la posición de la Sociedad Colombiana de Arquitectos ante las dificultades que exhibe el espacio urbano capitalino. En su lenguaje:
(…) echaremos mano de los ejemplos y de las realizaciones en ciudades extranjeras, porque sucede que esa es la vieja escuela, la mejor y la única escuela; con esa pauta se nos educó y con ella se forman los profesionales del Urbanismo en los más dignos institutos de Europa y América. Y con razón. Bien se sabe que el Urbanismo no dispone de las certidumbres que ofrecen las fórmulas matemáticas. El Urbanismo dispone de principios generales hijos de la experiencia. La experiencia puede ser propia o ajena. En el caso presente es ajena, pues en Colombia apenas estamos en balbuceos en lo que a Urbanismo se refiere. El problema Urbano se plantea con datos e informaciones locales, pero su solución, que es compleja siempre, apela al raciocinio y a la comparación con el problema, que en condiciones semejantes ya se solucionó favorablemente en ciudades próximas o remotas, antiguas o modernas.
Tampoco haremos uso exclusivo del Tratado de Urbanismo que al alcance de toda mano se encuentra en cualquier biblioteca de Arquitecto o Urbanista; proceder así sería caer en el más grosero de los errores, puesto que la solución de cada problema de urbanismo es el resultado del raciocinio y de la lógica en el cual intervienen el Urbanista y el Arquitecto, el Ingeniero Sanitario y el Topógrafo. (…). (Martínez Jiménez, s. fb., p. 4) [7].
La cita pone de manifiesto que, aunque para Carlos Martínez Jiménez la historia es fundamental para encontrar soluciones a los problemas urbanos, no se puede olvidar que cada problema urbano tiene su singularidad. A su juicio, es el raciocinio del ser humano el que en última instancia decide cómo utilizar las lecciones del pasado.
Interesa enfatizar en este punto porque habilita para sostener que él concibe de la misma manera el oficio del historiador urbano: el conocimiento de la ciudad en perspectiva histórica supone saber de historia en su sentido más amplio, pero también supone aprehender que las particularidades de cada contexto, la experiencia y el carácter de quienes viven ese contexto, cambian el curso de la historia. Y la tarea del historiador radica, precisamente, en articular esos factores en su interpretación.
Todas las ciudades son, por ende, distintas entre sí, aunque admitirlo no significa desconocer la existencia de patrones o modelos que son producto del proceso histórico. La labor del urbanista no reside en calcar e implementar, sino en comprender.
Bogotá no puede ser París porque la historia de ambas urbes es diferente; porque los hombres que forjaron su historia, también lo son. Carlos Martínez Jiménez ratifica lo que se está argumentando con las palabras que siguen:
(…) sabemos que este plan va a ser criticado. De antemano conocemos dos de las objeciones que son de estilo ya esteriotipado. La primera será, que Bogotá con este trazado no tendrá semejanzas con París. Y [la] segunda, que no hay dinero.
Pero sucede, que no queremos ni deseamos para Bogotá ninguna semejanza con París. La Ciudad Luz fué (sic) terminada en el siglo pasado con edificios cuya altura estuvo acorde con la escala del esfuerzo humano. Hoy los edificios se hacen a la escala del esfuerzo de las máquinas ascensoras. El París monumental y grandioso se llevó a cabo en obediencia al deseo de manifestar exteriormente las magnificencias de las Cortes del Rey Sol o las épicas glorias de guerreros afortunados. En Bogotá tales consideraciones serían causa de hilaridad (Martínez Jiménez, 1948, p. 21).
El método: la escritura de la historia
La escritura de la historia posee igualmente un nexo indivisible con la interpretación, que es el segundo concepto que se mencionó con anterioridad. Si se examinan en conjunto los borradores de algunas de las publicaciones de Carlos Martínez Jiménez se puede observar que el proceso de creación implicaba al menos cuatro fases: la primera, la toma de apuntes, el registro de ideas sueltas y la selección de fragmentos de las fuentes que consideraba cardinales para ejemplificar su análisis.
La segunda, la redacción a mano de un bosquejo del texto, intercalando y pegando los fragmentos previamente recopilados.
La tercera, la transcripción y revisión de ese bosquejo, aumentando o, por el contrario, quitando aquello que estimaba innecesario; esta transcripción era realizada por su secretaria, ya que el documento resultante estaba escrito a máquina o en, contados casos, a computador.
La cuarta, finalmente, correspondía a la corrección definitiva, la cual efectuaba sobre el documento transcrito.
Una cuestión que llama la atención es que él ponía especial cuidado en la puntuación, la ortografía y en la concordancia gramatical de las oraciones. La narración debía ser fluida, fácil de entender, pero, sobre todo, precisa. Su estilo de exposición se distinguía por la formulación de un postulado que procedía a examinar, de la manera más concreta e inequívoca posible, razón por la cual era frecuente que desglosara la explicación en conformidad con unos tópicos inicialmente definidos.
Testimonio de esto es un documento que redactó contestando a un par de interrogantes efectuados por el gobierno nacional, al percatarse “de las gravísimas deficiencias” que mostraba la “ciudad capital” para afrontar la realización de la IX Conferencia Panamericana (Martínez Jiménez, 1948, p. 1) [8]. Los interrogantes eran: ¿qué “se debe hacer en Bogotá?”; y ¿se podrá “recibir, hospedar y distraer a tan importantes visitantes?” (Martínez Jiménez, 1948, pp. 1-2).
Vale agregar que, antes de empezar a despejar “las incógnitas”, Carlos Martínez Jiménez aclaraba que no iba a “enunciar ninguna novedad”, ni tampoco iba “dar una solución matemática”, porque “rara vez [era] posible acertar exactamente en lo que a problemas humanos se re[fería]” (Martínez Jiménez, 1948, p. 2). Su exposición seguía la tipología pregunta-respuesta, con base en un esquema común:
1. Justificación, donde comentaba por qué sus postulados no eran de “índole política” sino técnica, es decir, fruto de “las pesquisas llevadas a cabo, en ese amago de laboratorio de investigaciones urbanas, que se estaba formando en el seno” de la “Comisión Preparatoria” del evento (Martínez Jiménez, 1948, pp. 1-2) [9].
2. Argumentación, donde establecía “una contabilidad” (Martínez Jiménez, 1948, p. 2) de la ciudad, sustentada en cifras y datos, que lo llevaba a concluir que la urbe necesitaba, entre otras cosas, de: a) una “Casa Municipal”, “edificaciones para clases menesterosas”, “hoteles”, “escuelas”, “hospitales”, “cementerios” y “matadero”; b) un “Acueducto” que se nutriera de “nuevos embalses”; c) el ensanche y municipalización de la “Energía Eléctrica”; d) una “buena red de cloacas”; e) “más y mejores tranvías, más y mejores buses, más y mejores servicios de transportes Inter-municipales”; f) una “buena pavimentación de las calles”; g) “parques” y espacios para realizar “ejercicios al aire libre”; h) la “mecanización” en “el lavado y aseo de las calles”; i) la construcción de “una red de pequeños hornos crematorios”; j) la edificación de “una serie de plazas” de mercado, con la finalidad “de mejorar los servicios de higiene”; y k) “inspecciones” de policía distribuidas apropiadamente entre los barrios capitalinos (Martínez Jiménez, 1948, pp. 3-8).
3. Propuesta de solución, donde recurría a la historia bogotana para trazar un paralelo con el presente. Respaldado por un “texto de geografía” que retrataba a la capital en el año de 1918 (Martínez Jiménez, 1948, p. 13), realizaba “una ojeada retrospectiva” de Bogotá (Martínez Jiménez, 1948, p. 11) con miras a comprobar que “cada vez que nuevos Gerentes se encarga[ban] de los negocios de la ciudad y anuncia[ban] el plan de sus transformaciones” se lograba que al final no se hiciera nada (Martínez Jiménez, 1948, p. 14).
El “mal”, a su modo de ver, residía en la falta de organización, pues en una urbe “planificada no ha[bía] otro derecho y otro deber que el de ajustarse al cumplimiento del Plan” (Martínez Jiménez, 1948, pp. 14-15). Bogotá, según lo expresaba, no había sido planificada; simplemente había resultado y esto había ocurrido precisamente por no tener urbanistas.
Tal aserción, empero, no le impedía reconocer la relevancia del virrey José Manuel de Ezpeleta, Rafael Reyes, Enrique Olaya Herrera, Jorge Soto del Corral, entre otros, en el desarrollo de la capital colombiana, pero argüía que “los aportes de [dichos] caballeros [habían] sido insuficientes” debido a que las necesidades de la urbe habían cambiado en conjunción con las transformaciones de la sociedad (Martínez Jiménez, 1948, p. 15).
¿Por qué entonces estos cambios no habían sido estudiados y evaluados? La solución a la que llegaba, apoyándose en esta pregunta, sugería que la manera más idónea de remediar la situación era optar “por la cirugía”. En su opinión, la “cirugía en grande” era “el único procedimiento” viable, “aunque con él” se causaran “mortificaciones a camarillas particularmente interesadas” (Martínez Jiménez, 1948, p. 17) [10]. Bogotá, en suma, era una ciudad enferma que requería la adopción de medidas radicales para curarse.
Santafé, capital del Nuevo Reino de Granada (1989).
Conclusiones
La correlación problema urbano/problema humano que se desprende del estudio efectuado en esta ponencia sintetiza, a mi juicio, el modo de aproximación de Carlos Martínez Jiménez al conocimiento histórico de la ciudad; su método, centrado en el desciframiento de las decisiones tomadas por los individuos, es prueba de ello.
Historiográficamente se acepta que la publicación de Los años del cambio. Historia urbana de Bogotá, 1820-1910 (1999) y la publicación del artículo “Pensando la historia urbana” (2000), ambos de autoría de Germán Mejía Pavony, constituyen el origen de la Historia urbana como disciplina en el país, pero considero, a la luz de lo expuesto, que es apropiado otorgarle a Carlos Martínez Jiménez un lugar como pionero de ese universo historiográfico.
Las disquisiciones efectuadas sugieren que es así, pero para acreditarlas es preciso ahondar en el análisis. Hasta ahora son solamente esbozos de una investigación inacabada.
Referencias bibliográficas
Arango-López, D. (2019). Bogotá entre Marcel Poëte y Le Corbusier. La ciudad de Carlos Martínez. Bitácora Urbano Territorial, 29 (1): 181-190.
Ávila Gómez, A. (2019). Estudiantes colombianos en el Institut d’Urbanisme de l’Université de Paris durante el periodo de entreguerras. Dearq, 25: 178-189.
Dicken Castro, D. (1991). Primera Facultad de Arquitectura. Proa, 404: 20.
Mejía Pavony, G. (1999). Los años del cambio. Historia urbana de Bogotá, 1820-1920. Bogotá: CEJA.
Mejía Pavony, G. (2000). Pensando la historia urbana. En Germán Mejía Pavony y Fabio Zambrano Pantoja (Coords.), La ciudad y las ciencias sociales: ensayos y aproximaciones (pp. 47-73). Bogotá: CEJA.
Martínez Jiménez, C. (1948). S. t. [11]. Bogotá: Archivo de Bogotá. Fondo Arquitecto Carlos Martínez Jiménez: 1-21 (incompleto).
Martínez Jiménez, C. (1985). El Libro de Bogotá. Bogotá: Archivo de Bogotá. Fondo Arquitecto Carlos Martínez Jiménez: 1-7.
Martínez Jiménez, C. (s. fa.). El Libro de Bogotá. Bogotá: Archivo de Bogotá. Fondo Arquitecto Carlos Martínez Jiménez: 1-3.
Martínez Jiménez, C. (s. fb.). S. t. Bogotá: Archivo de Bogotá. Fondo Arquitecto Carlos Martínez Jiménez: 1-30.
Niño Murcia, C. (1991). Arquitecto historiador. Proa, 404: 52.
Robledo Ocampo, A. (1991). Director de Planificación de Bogotá. Proa, 404: 34-35.
Rodríguez Botero, G. D. (2006). Nuevas instrucciones para no olvidar a Carlos Martínez. Textos, 14: 63-88.
Saldarriaga Roa, A. (1991). El historiador de Santafé de Bogotá. Proa, 404: 53.
Téllez Castañeda, G. (1991). Instrucciones para no olvidar a Carlos Martínez. Proa, 404: 16-19.
Notas
[1] Investigadora Postdoctoral, Universidad de La Sabana. Doctora en Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, Magíster en Historia e Historiadora de la Universidad Nacional de Colombia. Correo electrónico: am_suarezm@yahoo.com
[2] Alberto Saldarriaga Roa (1991) asevera que “la labor de Carlos Martínez Jiménez por más de cincuenta años” fue “trazar la historia de Bogotá”, o de modo más exacto, la historia de “Santafé”, es decir, de “ese período de la ciudad comprendido entre su fundación y la finalización de las guerras de independencia” (p. 53).
[3] La capitalidad y la fundación de Bogotá son dos tópicos que Carlos Martínez Jiménez analiza en la tesis que presentó en el IUUP; según lo expuesto por Diego Arango-López (2019), el capítulo II del trabajo examina la “fundación” y “evolución” de los siglos “XVI, XVII, XVIII y XIX”, mientras que el capítulo III examina las “funciones de la ciudad”, enfatizando en la “ciudad capital, residencial, universitaria y centro de bienestar” (p. 184).
[4] El documento mecanografiado no está fechado, pero por su contenido se puede inferir que es posterior al documento manuscrito. La abreviatura s. f. significa sin fecha; la adición de la letra a se realiza para diferenciarlo de otro documento que tampoco está fechado.
[5] Las palabras inscritas entre corchetes [ ] no pertenecen al original pero se introducen para mantener la coherencia gramatical de la cita. El mismo procedimiento se utilizará a lo largo del escrito.
[6] Hay que subrayar que esta relación pasado-presente-futuro estaba fuertemente ligada a la influencia ejercida por su director, Marcel Poëte, quien defendía “la noción de evolución” basado en la premisa de que la ciudad únicamente “podía ser entendida a través de su pasado” (Arango-López, 2019, p. 186).
[7] En un texto escrito para la IX Conferencia Panamericana Carlos Martínez Jiménez reitera estos preceptos cuando sostiene: “el urbanismo, señores, dispone de principios generales, que no tienen el apoyo de las certidumbres, que ofrecen las fórmulas matemáticas. Pero el urbanismo sabe apelar al raciocinio, y a la comparación con el problema, que en condiciones semejantes ya se plante[ó] y solucionó en ciudades próximas o remotas. Sucede también, que los problemas se plantean con datos e informaciones locales; pero para que tales elementos tengan vali[dez], es necesario compararlos” (Martínez Jiménez, 1948, p. 11).
[8] El documento no está fechado, pero por las referencias que se hacen en él, se puede aseverar que se escribió en 1948.
[9] Inscrito en este horizonte, Carlos Martínez Jiménez expresaba: “Talvéz (sic) fue Bertrand Rusell (sic) quien observó, que si hubiese debate político sobre la temperatura de una habitación, seguramente surgirían en el estudio de esa consideración dos opiniones opuestas. Unos pretenderían que fuese el punto de ebullición y otros el punto de congelación” (Martínez Jiménez, 1948, p. 2). Es preciso indicar que el libro de dicho autor británico que se conserva en su biblioteca es Principios de reconstrucción social (1921).
[10] En sus terminología: “(…) Cada vez que nuevos Gerentes se encargan de los negocios de la ciudad y anuncian el plan de sus transformaciones y labores nos ha dado la impresión de asistir a la escena familiar, ocasionada por los niños que al salir de vacaciones preguntan a la mamá si son libres de hacer lo que quieran. Claro que son libres. Y claro que en Bogotá las gentes han tenido la libertad de hacer lo que han querido; y ahí ha estado el mal porque no han hecho nada. En una ciudad organizada, en una ciudad planificada, no hay otro derecho y otro deber que el de ajustarse al cumplimiento del Plan. Pero sucede que Bogotá no fué (sic) planificada. Bogotá resultó. Esta ciudad no ha conocido ni conoce un plan. (…) Bogotá no ha tenido urbanistas. (…) Claro que con esta negación enfática que acabo de hacer no quiero excluir a un Ezpeleta que ordenó las primeras modificaciones de la ciudad colonial (…). Pero los aportes de estos caballeros han sido insuficientes. Estimamos que la ciudad ha necesitado más y que en el momento actúal (sic) necesita mucho más (Martínez Jiménez, 1948, pp. 14-15). (…) Pero regresemos al motivo exacto de la pregunta. En ánimo de mostrar nuestros modestos aportes, después de detenida meditación decidimos obrar. Acordamos algo muy especial y delicado. Optamos por la cirugía. Este procedimiento es el más alarmante pero el más socorrido. (…) Nosotros pensamos que la cirugía en grande es el único procedimiento aunque con él ocasionemos mortificaciones a camarillas particularmente interesadas (Martínez Jiménez, 1948, p. 17).
[11] La abreviatura s. t. significa sin título.
Sobre la autora
Adriana María Suárez Mayorga es investigadora posdoctoral de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de La Sabana, Doctora en Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires y Magíster en Historia e Historiadora de la Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá. Ha dedicado su vida formativa y profesional a la investigación y a la docencia universitaria.
Como investigadora se ha especializado en la historia urbana bogotana, la historia colombiana y la historia latinoamericana para el período comprendido desde finales del siglo XIX hasta la primera mitad del siglo XX. Como docente, de pregrado y postgrado, se ha especializado en las áreas de historiografía y metodología de la investigación.
Su último libro, titulado Bogotá en la Lógica de la Regeneración (1886-1910). El municipio en el Estado forjado por el movimiento regenerador, fue publicado a finales de 2020 por la editorial Pontificia Universidad Javeriana.
Es miembro fundador de la Red Colombiana de Historia Urbana.