En la revista PROA No. 131, de noviembre de 1959, se presenta una nota editorial inusual, pues no fue escrita por el director de la revista PROA como era la tradición. En esta ocasión el encargado fue el arquitecto Samuel Vieco Sánchez (fue socio en algunos proyectos con los arquitectos Obregón & Bueno), quien en representación del Banco Central Hipotecario presenta la visión institucional de la Vivienda. El Banco comenzó su labor con vivienda económica, “… casas sólidas, diáfanas, estables como las de las urbanizaciones de Veraguas y El Campín”.(*) Hacia este año, el Banco incursionaba ya en la vivienda de clase media con barrios como El Polo:

La idea de un barrio de clase media uniformado rondaba constantemente las cabezas de muchos arquitectos, que por ese entonces padecían de la fiebre del urbanismo moderno; más de uno anhelaba resolver el problema de vivienda en forma masiva, con bloques inmensos de supermanzanas, fachadas corridas, ventanas de lado a lado, pilotes y concreto sin ningún tipo de ornamentación, a la manera de Le Corbusier.

El Banco Central Hipotecario hizo el levantamiento del terreno. Basados en la entrada al Club y los dos accesos propuestos desde la autopista, Samuel Vieco y Eduardo Pombo —los arquitectos del Banco— diseñaron un barrio con centro cívico, redes peatonales internas, zonas verdes comunes, sin la manzana tradicional. En su lugar, además de las supermanzanas de 150 por 150 metros, existiría un espacio público (la calle), otro semipúblico, cubierto, lleno de columnas y voladizos, y otro privado que era la casa. “Los lotes —dice Vieco— eran grandes y no podíamos pasar de cierto presupuesto; por lo tanto, era bien importante que las casas pudieran crecer en el futuro”. Se aspiraba a una integración espacial de las viviendas a través de una gran zona pública cubierta a lo largo de todo el barrio. (*)

  (*) Sylvia Duzán, en El Espectador / “Los de abajo”: la historia del barrio El Polo, 1994.