Recién regresó al país (década de los años 30), fue nombrado en la Secretaría de Obras Públicas de la alcaldía (1936) y desde allí tuvo la oportunidad de definir programas escolares para la construcción de una red de colegios en diferentes partes de la ciudad. Algunos de ellos aún se conservan, aunque en lamentable estado de conservación.
También diseñó plazas de mercado de las que se conservan la de La Concordia y la San Cristóbal (convertida en imprenta distrital). En esa época construyó en vecindad del Matadero Municipal una estructura para los Talleres Municipales que manejó en su fachada un lenguaje arquitectónico muy especial. Lamentablemente fue demolida recientemente para dar paso a los requerimientos de sede para la Secretaria de Salud.
En la década de los años 50 fue uno de los diseñadores y constructores de un sector de vivienda económica en el sur de la ciudad en el barrio Quiroga, donde puso en práctica sus investigaciones constructivas sobre nuevas tecnologías para lograr un ahorro en materiales.