Por: Lorenzo Fonseca Martínez
Su formación profesional y personal, inmersa en la revolución de posguerra de los años 20 (siglo pasado), lo puso en contacto con las expresiones artísticas de los grandes maestros de la pintura y escultura moderna. Influencia que se hizo evidente en las incursiones compositivas que con frecuencia asumía en sus ratos de ocio.
Conocedor de la técnica del óleo, la utilizó en diversas obras de composición abstracta lo mismo que en sus dibujos a lápiz donde líneas y colores generaban una expresión abstracta equilibrada.
Carlos nunca entró al recinto de una cocina más allá de su visita en el desarrollo de una obra en construcción. Sin embargo era un verdadero gourmet, era una persona aficionada a comer bien, que apreciaba y disfrutaba la buena comida y conocía los ingredientes que le daban calidad a la preparación de los alimentos, fueran platos exquisitos o simple comida típica de la región. En casa, cada vez que se preparaban el tamal de navidad o las almojábanas y mantecadas, se esperaba con ansiedad la prueba y el veredicto de su buen paladar.
Viene a mente mi vivencia dominical de estudiante que, por estar con los jesuitas, debía asistir sin falta a la misa en el colegio, y luego visitábamos con mi hermano el apartamento de Carlos para desayunar juntos. Tradicionales eran los panqueques que Paulina, su empleada de toda la vida, preparaba con gran maestría en respuesta a las precisas exigencias de su empleador. Su especial sabor aún viene hoy a mente.
Pintura de Carlos Martínez que alude al desorden urbano de Bogota. Proa 404